La noche concluye
cuando los párpados se vuelven marionetas
y estorban las condenas y la carne.
Me abrevio en este pulso que se ciñe
en una cama inmiscuida al cautiverio,
la almohada se hace a un lado y le pregunto
¿Por qué no tiene sombra?
humildemente me acomoda
y yo me escondo tras la sábana que expía
para volverme halo en el retiro.
Mis ojos no ven más que páramos vacios,
blancos, irradiados y con el protocolo abatido
a contraluz de un manto que se alumbra,
desgasto el daltonismo de este huésped hasta la tortura
y me hago oficio en la declamación de los matices
con unos ojos que recitan con las pestañas a media asta.
interesante blog...ya te sigo
ResponderEliminarsaludos
Marina
Emer