martes, 2 de noviembre de 2010

Lunes 01 XX DE XXII

Dime solo el nombre de las cosas y los días,
de los momentos que se tornan viento en la memoria.

Dime cuando y como fue la evocación de las retinas,
cuando el corazón se transformó en insecto
y pudo ver lo que no estaba escrito.

Dime todo y cada, que yo digo,
que yo, que tú,
que musitándome en este sentido
se  escuchará lo dulce de la sal
y el despertar de un sueño exangüe.

Mis pies son huella en esta orilla sin meandros
dispuestas en el oleaje de un fragmento que revirtió en verde,
a veces sombra, nunca en balde, siempre impronta,
y es que saber, como que no sabíamos y ya sabemos
que en este instante, aquel bendito instante,
aquel  que nunca efímero  y tan nuestro
se perpetuó en glosario adicto de las odas.