lunes, 6 de junio de 2011

Aletea el techado y se eclipsa,
se desprende de los brazos de sus muros
y mis grises se evaporan tras las dioptrías celestiales.
Hundida en el jergón ecuestre
me pienso un simulacro del nirvana,
un pasaje a la onomatopeya
que descaradamente se declara en la insurgencia.
El aire me miente en el abismo sacro,
se declama, se palpa, se ausculta
y solo necesito ver con ojos vulnerables.