sábado, 11 de junio de 2011


¿Dónde estabas cuando perseguía grillos?
¿cuando el espejismo daba vuelcos?
¿y el peligro de mis días era un salto de locura?
Seguramente, probablemente,
nos cruzamos en el pensamiento,
en el linde de un renglón
de aquellos que acomodan versos,
de los que auscultaban lunas
y la luxación de los aromas.

Yo no recrimino al tiempo,
¡no!
porque sé de su sabiduría más que cuenta
y en mi certeza está
que el destiempo desatiende.

Ser el cicerone de la inopia,
no es una debilidad,
es un acto irreflexivo que supura
y se presenta en el talón de Aquiles
de lo más profundo.

Hacer de la pena epifanía
es tarea ardua cuando los capítulos
desfilan de a uno
y encontrarse en el desfiladero de los rencos
es un privilegio prodigado
aunque no se piense con las manos.

Nunca, nunca, nunca,
será plausible el naufragio
si el destino se encapricha y deshilacha,
no existe madeja de cambio,
no es laudable
y hoy me congratulo del verano.