miércoles, 16 de junio de 2010

Miércoles 16 CUANDO EL VIENTO CESA LOS ALMENDROS HABLAN


Si fuera una hechicera perniciosa
se cuidarían de darme morfina 
para inhumar mi lozanía eterna
y arrancar de cuajo mi memoria,
escapulario prendido
de este cuello que avaricia.

Si fuera un caballo de Troya
asaltaría con tenacidad mi eco
para difundir mi voz errante sin vigías,
una cruzada de naipes
en el verdor franco de un paño.
Los almendros lo tiñen de blanco.

Espermicidas que litigan
en la guerra de dos mundos
por erradicar la estirpe que me nombra,
una cordura primigenia se hace peso
decantando la balanza trucada
y la locura se promete en la concordia.

Llueve sobre la presencia
se respira un aire límpido y estático,
parece lícito se implora tácito,
me llevo mar adentro este sabor a alegoría.