domingo, 27 de junio de 2010

Domingo 27 DE HOMBRES Y DE LOBOS

Y se reía la hojarasca en la nariz del caminante,
por mucho que anduviera, no avanzaba,
no alcanzaban sus pasos luengos
y aquel asombro en la punzante sien de cólera tañida
impregnaba su semblante en una sombra acicalada
descarnando el maxilar desencajado,
perfilando en vena,
cincelando una violencia sin control hacia si mismo,
¡Qué anónima dolencia la que masticaba!
La que le llevaba de la mano
adoctrinando sus falanges en el arte de ignorarse
al plenilunio de los colmillos.
Aquella senda ya era vapor de piedra,
duro el destino, el camino y la sorna del pañuelo,
la noche se afianzaba mientras los perros ladraban.