jueves, 21 de abril de 2011

Alcanzo a ver un pedazo de cielo en el enmarque de mi percepción, se funde con las hiedras en cada expresión del pincel que salpica mi rostro con la ebullición de la savia despierta, se florea la mañana sin vergüenza, mientras que a mí la vergüenza me sobra, mirando con el rabillo azulenco de tanto achicar los ojos cuando el sol me ensombrece.