jueves, 8 de diciembre de 2011

  
Me arrumbo hacia el abrazo
con un sagaz chasquido
en los índices del aire.
Mis pasos boquiabiertos se contienen,
volteo mi rostro
y logro cruzar mis labios
en la trayectoria de los suyos,
lo intuyo, cierro los ojos,
el viento es de metal bruñido
y serpentea un tímpano despierto
que solo cree en la cadencia de un murmullo,
un bisbiseo sin espacio
entre las comisuras de unas bocas que se muerden.