Mis pies no alcanzan a tocar el suelo que levanta la ceniza,
más bien se impelen por alguna nube de las que sembramos,
requieren de sol a media tarde, de llovizna, frio y arrebato,
premiadamente bellas entre la escarcha y la humedad que las acrecen,
las concurren y delicadamente se acristalan
para travesear con lo que aguza los sentidos
y asimilar las huellas en el juego del instinto.
más bien se impelen por alguna nube de las que sembramos,
requieren de sol a media tarde, de llovizna, frio y arrebato,
premiadamente bellas entre la escarcha y la humedad que las acrecen,
las concurren y delicadamente se acristalan
para travesear con lo que aguza los sentidos
y asimilar las huellas en el juego del instinto.