sábado, 29 de diciembre de 2012

Me creo lo que veo y lo que se deja ver,
lo que se deja querer, se deja sentir y me abraza.
Quizá una fecha es una excusa o un pretexto,
una deliberación abierta de intenciones,
un hola, un hasta luego y un adiós,
y lo creo,
porqué mi corazón me dice,
es cierto,
sin embargo lo que anhelo no se deja ver,
no habla, no mira, no ve,
y yo zozobro en mis pesares,
que hoy son, pero quizá mañana,
serán recuerdos.

Tengo envidia del poeta que muerde la carne,
del que se sacia con sus versos infinitamente inacabados,
del que con su idioma más conciso y su saber estar y su saber llegar
puede adormecer al verbo que jamás se ha escrito.

Envidio a la palabra más humana,
a la que dice si o a la que dice no,
a la que cuenta cuentos con sinceridad y sin alarma,
sin psicología inversa y sin un eje transversal que la disperse.

Negocio con el tiempo y el silencio mas mundano,
breve y concisa, para que escriba cada nombre que no advierto,
porque a veces muda, a veces sorda,
no consigo comprender al mundo en que vivimos.