Levitando jamelgos de crin de cepa,
alimentando a mordiscos las gargantas
encuentro el premioso trasnochar de los abrazos,
sonámbulos y noctívagos jinetes
que se enredan entre las riendas de párpado
mientras se alborotan los irracionales jacos.
Se despojan de lo que no apresa
y aprenden expeditos de su germen
a transitar sobre el angosto alcor del sosiego.
Cuando la piel ya no se concibe como escama
y deja de ser una seda hilvanada de equiláteros meandros,
se deslíe el párvulo principio de los sin finales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario