Detrás del último escalón zapateaba un rayo
que sin pronóstico se acicalaba de tormenta.
El febril apego a su tierra prometida
estremecía a los ganados
y espantaba a los sensatos
convirtiendo en estéril
su devastado idilio con la corteza de escarcha.
Y de la apariencia al fuego
y del fuego al crematorio de lo arcaico
expiando hasta al indiantre con azufre,
no hay mejor enmienda que increpar lo que está ardiendo,
paseando bajo tierra y dormitando en el arrojo de la lava.
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