Esta
curiosidad felina que acuño en mi memoria desteñida,
reconcome
la inquietud de mi ignorancia hambrienta;
y aún
en esta senectud se manifiesta erecta y sin complejos,
más sabia,
más tonta, más exigente y si cabe más absurda.
Es una
pena invasiva y complaciente que derrama las simientes
y augura
el segundo tras segundo con sigilo.
Me despierta
la prisa del amanecer y su locura
para preguntarme
a mí ¿Por donde empiezo?
sin pensar
en un final posible.
Lluevo y
me decanto, arrastrando doctrinas a lo largo del camino,
una presunta
vía de inconsciencia que me da el vigor que necesito
y un
nimio avance al episodio que no existe.
¿Dónde estará
aquí el mar? para llegar evaporada y zozobrar.
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