El día que me inspire dejaré de escribir,
no seré yo, los precederos días serían miserables,
impacientes, oscuros, condicionales.
No quiero, y tengo la certeza inmaculada
de que no sucederá,
he elegido y la elección me adeuda vida,
la que tira la primera piedra
y la que no esconde la mano,
así me desvisto cada noche
y es que me gustan las frentes desnudas
irradiadas por el vespertino olor a pan caliente.
Le daré una vuelta, dos vueltas,
me haré nudos en los dedos,
pero jamás un reproche,
me regalo ser tus ojos y un espejo.
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