Se acaudaló de legañas
y de pequeños retales
para remendar las penas.
Se coronó en la escuela de los grajos
y emancipó su desazón con carestías.
Rindió resarcimientos azabaches
a los pies de la desidia
y se hizo sastre de las sombras.
Ovillaba sus canillas con el humo del resuello
o de alguna expiración tardía
a medida de su huésped moribundo.
Su hechura de betún,
era el acorde de sus huesos deleznables
a merced de nubarrones e infortunios,
un talismán para protervos
y el jadeo de las hienas
ensimismadas con su arte de ceniza.