miércoles, 21 de octubre de 2009

Miércoles 21 Donde las dan las toman






















-¡Te reto!(Dijo desafiante)
-¡Por este amor que es maldito!
(Que aunque maldito fuese
era mío no era suyo)
-Mejor será que ella decida.
(Dije cobarde y veloz)
-Por afanes de pasión,
no quiero jugar mi vida.
¡Y es un absurdo dolor!.
-Sí, dolor el que yo siento
cada vez que ella te observa
y es la única doncella
que ha comprendido mi amor.
-¿Amor?¿Quien dijo amor?
-¡Maldito sea tu nombre,
arderás en los infiernos!
Tiro mi guante y responde.
-Está bien viejo orgulloso,
asistiré a su gran baile, a ver
quien danza mejor.
-Mancillaste mi buen nombre
y ahora soy un perdedor.
Déjame que al menos caiga
defendiéndome al honor.
Se marchó y me dio la espalda,
(¡Un marido valeroso¡
No sé si mejor me escondo)

Llego la hora del duelo,
la dama no quiso verlo,
solo yo y aquel espectro
bajo la sombra de un dios.
-No me gustan las espadas.
-Pues mejor que te acostumbres,
o vas a morir, traidor, y sinceramente
ahora, es mejor que muera yo.
-Me desconcierta Marqués,
¿acaso llama a la muerte?
-No me entendiste truhan,
la muerte ya la encontré cuando
Te viste con ella,
solo soy un alma en pena.
¡Acaba ya por favor!
-Me acerqué sin ningún miedo
y el brillo de aquella espada
me cegó hasta el corazón.
-Me engañaste viejo amargo,
moriré sin más razón, pero que
sepas mi anciano,
que nunca tendrás su flor.
Se marchó y me dio la espalda,
mientras la sangre templada,
hilaba un tercio de mi cara,
ahogando mi garganta
y acallando ya mi voz.