miércoles, 16 de septiembre de 2009

Miércoles 16 Sin techo





Ayer mismo vi a un abuelo
reposado, inmóvil en un banco.
Con la mirada extraviada y su alma carcomida.
Un hombre enjuto y consumido
de aspecto hediondo, cano alborotado
y la barba, madreselva que le acrecía perdida.


Parecía que esperaba a alguien.
Sus ojos estaban vacios y su rostro perseguido
por el dolor y el ayuno.
Llevaba traje de sastre, sus puños estaban roídos,
seguro que en los buenos tiempos
lucia aquel traje ceñido.


Su frágil cuerpo flotaba dentro de sus vestiduras.
Pensé en él cinco minutos y me olvidé de su cara.
Imágenes que se cruzan y luego te dan la espalda.


Pero hoy al despertar, he recordado al anciano
y  la fragilidad del alma.
Detrás de cada persona habrá una historia surcada,
a veces triste  e injusta y muchas otras cosechada.
Pero seguro que aquella,
fue  taciturna y torcida, su rostro le delataba.


Sujeto a ese mismo banco seguro que habrá dormido.
Y si vuelvo aquel lugar ¿Allí seguirá pasivo?
O habrá encontrado yacido aquello que está anhelando.