Envuélveme que siento frío.
En el remanso del lecho
los tejidos se presumen de su ausencia,
son endiabladamente osados,
¡Así que arrópame!
Arrópame de piel y sin palabras,
hilvanando las astucias
en el hilar de mi espalda,
¡Así que abrígame!
Abrígame con pensamientos
que me ungen de la calidez profesa
de unos labios, labios ciegos,
escúdame en tus párpados que besan
y amilanan mi cordura,
embelesa mi calmosa esencia,
¡Crucifícame!
Crucifica al verbo de mi lengua
que renacerá de los sudarios
en la lobreguez de quien no espera,
desinteresadamente concernida
en el destemple de mi hechura.