sábado, 17 de marzo de 2012

La resaca va tomando forma de acepción,
se torna piel entre la comisura de las uñas
y no entiende de nada,
ni tan siquiera de recuerdos.

Aún cálido el resuello
de unas manos que entumecen
las cartografías de las noches,
la resaca se culmina en el delirio,
en la tristeza que se vuelve risa o pena
¡o que se yo!
si  será el verbo sobre el verbo
o el grito sobre la espesura de un aliento
que se torna cuello
y agradece ser objeto,
el aguantarse erguido
para someterse al eco de los días.