domingo, 17 de enero de 2010

Domingo 17 UN DÍA CUALQUIERA Y NO SABES QUE HORA ES.

Es Domingo de nuevo, y entrañable,
llueve otra vez tras los cristales
que se enturbian en mis ojos
como telarañas que atrapan los sueños,
soy su señuelo detrás del espejo,
sin querer salir, sin querer mover mis pies,
en esta silla acomodada en la cocina,
mi sombra alterna tras un café, un cigarrillo
y el invitado que reconforta mi escritura,
mojando la tinta de estas letras
que resbalan y traspasan mis papeles
de aparente lucidez desordenada.

Cartas llenas de sentido sin nombrarlas,
sin librarlas, suspendidas en rieles.
Adormecida placidez que logra aguzar
como una música arrojada en mi garganta,
silente y espaciada, como este sorbo de café
que me acompaña.
Desde la ventana, coches, agua y una efímera floresta,
desnuda y sin brotes, no acechan,
ni exhala el viento, todo en calma,
solo el murmullo del agua
y se condensa en esta nube que me escancia.

Son pequeñas perlas de tu alma,
avatares que te nombran y te extrañan,
que te atrapan en mis versos sin más prisas,
ya no hay tiempo, solo días, y lloviznas...