La noche se alimenta de fragancias,
tengo hambre y me sobran tantas otras.
Caeré rendida sobre los reparos
de este corre y calla que me llega,
pero mi mullida lucha
no es mas que un cajón perplejo
de una cómoda llena de avales,
postales que guardo,
que releo, las reviso y las entiendo,
quizá para saber de donde broto
y de de que afluente nacen las grafías,
las que me hacen sombras con sus dedos,
hoy moléculas de agua cubiertas de tamo,
placebo que seca gargantas
del que a menudo se figura en un asueto
y se enmaraña en el árido y estéril lodo,
de alguna parte.
La noche se alimenta de fragancias,
tenía hambre.