Me gusta que me divagues,
ser verso,
estar en tus labios
y sellar la exclusividad
en cada renglón,
cada beso que no diste,
cada silencio robado,
y ser esta llama de cirio,
mi oxígeno,
que no atraganta
que me acomoda en la vida
alimentando mi estatus
con tu desleída cera.
Quema, arde y me lastima
este corazón maldito,
me modela, me recicla
me adula,
me hace horma
para calzarme en el linde,
arquetipo de mi ser.
Y en la pared un retrato,
remembranzas
y en el techado sin murallas
pensamientos para perpetuar
y en la vereda reversa
una escalera de caracol invertebrada,
eje de suspensión de las grafías.
Las que no concurren ni existían,
peculio que sisamos de los bajos fondos,
ese valor añadido
alquimista de miserias
y lo cubrimos de tamo,
arena bruñida,
hebra residual de algún castillo.