Me he cedido el privilegio de sentarme
en el alfeizar de mi vigente momento
y estabas conmigo subrayando mis mejores defectos,
acompañando el caminar superlativo y afianzando mis sendas.
Tengo el poder de tildar con mis socorros,
he inmolado níveos y los velos,
he ejercido de talento expiatorio,
y solo me quedo el azul,
el que viste mi dintel de pergamino
y el trazado de mis hombros cuando se desnudan,
es mi ofrenda para tus extremidades sanadoras
y me deslizo por el pasadizo de tu vientre,
y oso morder tu garganta, me da tregua,
mientras, dejo de pensar en nada.