No existe nada más agraciado en el mundo
que un cuerpo de mujer desnudo,
claro-oscuro que da luz y savia propia a los sentidos,
sombras que dejan vislumbrar sensualidad
en este fruto que se muestra.
Sinuosos senos, curvas aterciopeladas,
“ombligo” que bella palabra y que contraluz poderoso.
Centro neurálgico de esta simetría excelsa.
Desaparecen las luces el cuerpo deslumbra
como en un cuadro de Rembrandt.
Poderoso ser omnipotente
capaz de dar a luz la vida.
Venus de marmol dormida,
mostrando su espalda yacente,
entre sábanas de seda,
atravesando materias,
desdibujando sus pliegues,
proclamando a la diosa que existe
íntimamente en nosotras.
Cuadro: Rembrandt Harmenszoon van Rijn