Hay lugares que se hacen templos,
santuarios de presencias
con anatomía purpúrea y atemporal.
Antes, mis recuerdos vinculantes
eran siempre de sabores y talegas,
pragmática, ebria y estática,
sin gestión y asimetría craneal,
la no extinta en apariencia alba.
Hoy, en la tranquilidad de ser más pobre
es cuando crecidamente ostento,
tengo un nombre,
un nombre propio y otro impropio,
este es el sujeto de mi causa y mi peculio,
de mis pensamientos y mis ganas,
y es que soy de la existencia, un grito,
el detonador botánico de tu frondosa selva
en el exilio paralelo y sus permutas.
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