La exportadora de sueños
al contrario de lo que se especulaba
se envolvía entre jirones
y llenaba sus bolsillos de guijarros.
Eran períodos de yermo y astucia
para su dadivosa circunstancia
y como mas prodigaba las venturas
más harapos y más trapos cosechaba.
El día, la noche, la sal y la calma,
la aguardaban en su cama de dosel
con las tripas de coral y madreperla,
lo suyo era un transitar de arcanos.
Halagüeña e indigente como pocas,
no era cebo de bramante,
la vida la inicio en funciones
y las estrellas se lucraban en su piélago.
Un mar que resultaba ser la horma
del pie que presumía de salobre,
parca de lodo y de ensueño
prevaricaría la sazón de ser sin rostro.
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