Que fácil resulta domarse en las malas usanzas,
a la inercia de los días sin sentido,
a la esclavitud remunerada
para finalmente ser un punto indefinido
en tinta de papel imprenta,
o en viruta de madera cincelada.
Que difícil se me antoja cuestionarme
si los párpados son rosas o amarillos,
si en verdad la pleamar sabe distinta,
si los arcos son razón para cruzarlos,
si a pulmón no grito, esfumo
pensamientos vagabundos
y pretenciosas rarezas
que se califican como simples brotes.
Que inquietud tan calma la que aquieta
y me persigue con su vara de alquimista,
carcomida como un queso,
desviada como un títere sarmiento
ojos de botón y pesadillas roncas,
sarpullido en cuarentena
que no alcanza, no rebasa,
y un dolor intenso que embelesa
por ser un ser que quiso ser, y ver.
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