La luz de mis ojos tiene un cáliz de fondos,
un deseo acompañado que me acuna,
me advierte y sesga en mi postura
para inquirirme y resguardarme del tránsito.
Y dejo que averigüe el candor de mis auxilios,
desperezan en el linde del colchón,
acarician la virtud de mi garganta suspirada ,
se despeinan en claveles y prodigan cuajo azur.
Y me pretendo irradiación de tus prodigios,
las manos que hablarán de los periodos por cursar
la garúa imperativa de los pertinaces nimbos.
Un preludio, una expresión, un instrumento, un consentir,
cigarrillo y simulacro y el tendón desajustado,
la valija y los extremos sin usar.
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