Me encumbro, me inscribo, me canto, soy volátil,
me afino las plumas, costumbre en el palio,
sépalo el sol turgente que se enerva en el estadio
rizando los plurales y las cuartas personales.
El espejo es un procesador de versos alumbrados
en el estimulo de la nigromante sin dominio.
Solo oratorias de la inagotable incontinencia de savia,
un contraste que se admira entre telones, primer acto.
Domingo de estirpes y despistes navegando dactilares
ante la salida inerte de los elementos,
antesala de los primigenios y primates pertinentes.
Epifanía de los ocasos de luna menguante o creciente
si es que asoma, si intersecta entre la bruma y la broma
de un día de salmos, de un pasaje entre el salitre y emporio
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