El fallecer del amor-danzando
con lazo blanco y crespón morado
cierne el atardecer
profanando el tragaluz cenital.
Así se regulaban los días azules
cuando el vértigo corrupto
se facultaba del cielo y los mares,
no servía de nada escupir ni llorar
a flemáticos ocasos,
tuberculosos inspirados
por la desazón y la desidia.
Flemas en gama cromática enfermiza
de colaterales ataques,
no me afectaban entonces,
tampoco proceden, a día de hoy.
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