Sensorialmente emergen las voracidades del tacto,
que de tan nuestro y tan calado me asalta como un puño
con pulsaciones de latido y su genuino placer por golpearme.
Mi inconsciencia se exhibe esclava,
corolario inagotablemente fértil
que adula a mis temblores esenciales
y al trémulo parpadeo que intuye el momento,
el “cualquier momento” acertando con tu rostro,
un perfil endiabladamente humano,
una rendición para el exiguo espacio ilusorio,
alertado, purpúreo y zozobrado en un piélago dócil, en calma,
mareado por la posma del deseo retentivo,
del instante,
un instante redivivo tras el exánime gemido del gozo,
un gozo que reconciliará mi sueño junto a mi conciencia.
Que sensual reseña... me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo.