Ahora las piedras desertan molinos
para suavizar el tamo.
Con sus sombras chinescas
armaré las torres de un tablero,
cuatro esquinas para vislumbrar los campos,
cuatro puntos cardinales
para implorar al albor, al sol mediante,
menguante, irradiante,
al que no llega atardecido tamizando hiel,
indemnizando al norte
por el cuerpo cadencioso en veces
tan pueril en otras
al crepúsculo de los desdenes...
que siga saliendo y poniendo en meandros
prominente en su ocaso de oeste,
de parpados anochecidos
sobre esta esfera de ambibia
que no aguarda ser la piel escama.
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