Me ahogo en la lobreguez
de un libro en blanco
victima de este naufragio
en la borrasca imperfecta,
me observo,
superviviente, mística,
embebiendo mis pulmones de grafías
sin degustar ningún texto,
y las expelo de a poco,
a veces hostiles, cercanas, ¿Tan lejanas!
pero siempre ciertas, ¿Tan inciertas!
Uso una Gillette de vellera
para rebanar hasta la médula,
y no me hurga el pudor al desollarme,
y expongo mi segunda piel,
la única de la que aprendo
de mi propia desilustración,
y a la vez me desaprendo
de la estimulación precoz,
¡Que misterio tan espontáneo!
Y es entonces cuando saboreo, mascullo,
en este mar de fluctuaciones pixeladas,
ortodoncia del averno.
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