Un grito acallado
entre las calles del olvido,
un caminante o su sombra,
no lo distingo.
El firme se desprende de calina,
parece de noche
pero un reloj
me indica todo lo contrario,
aunque alguien vacile,
es de día para todos.
No hay nadie más
sobre los adoquines desgastados
y la humedad ha tomado forma de cuerpo,
pisa fuerte, sus pasos no flaquean,
humilla las escamas
de serpiente que se encumbran,
resbaladizo reptil.
La angostura en la vereda
parece interminable,
pero al final del camino
hay una mente despierta,
la del hombre, sombra o humedad,
lo observo en la distancia contenida
y el eco de mis pulsaciones
marca los tiempos, marca silencios
y el camino se bifurca
como la lengua bífida.
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