Descubrirse ante las inclemencias
es una gran entelequia,
colosal contemplación la mía,
la que disipan las rimas,
la de los días teñidos de verde crustáceo
los de anilinas prohibidos.
SOÑË,
que era una marea en tus abrazos,
que la luna me ceñía con sus labios,
que el albor se alborotaba entre mis manos
y el destello de hechicero
quiromántico placebo,
se engullía las facciones aún dormidas.
DESPIERTO
Y en la reflexión del sueño
me bebo el café entre sorbos
y entre el primero y segundo
paladeo el hemisferio,
y entre el tercero y el cuarto
mis ojeras se hacen mella,
se hacen dueñas del delirio,
de mi condición de humana,
DE MI CAMA,
Y de mi despertar de extraña.
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