Jamás ha alcanzado olvidar
como le prendió las manos,
su torso al desnudo y de cruces
las tomo sin avisarle.
Besó su cuello, su frente y sus labios
que se quedaron sellados
para siempre perpetuarlos.
Su corazón detonaba,
cosquilleos en su ombligo,
que breve e intenso el momento
que a forja y fuego quemó,
dejando grabadas huellas
en su piel de seda y flor.
Seduce este entendimiento,
aquel abrazo inocente,
amores que nunca repiten
y siempre quedan latentes.
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