La manera más sencilla de tener un duende
es alimentando a la memoria descarriada,
por estar, por percibir, por no olvidar,
¿Que mas dará si está de vuelta?
O viene y va, de tan resuelta percusión.
Memoria de ser y estar,
de si dejo de fumar
de si despisto a los lunes
y que reciten domingos
¿Que más dará si soy convicta?
Y repito una y mil veces
lo que me place, lo que me dicta,
lo que mi cuerpo desea
y lo que mi mente proyecta,
en vanidades, en versos, en rimas
en el tuétano de mis caderas
de las hogueras que ocultan
que me incineran y escupen
y me enredan por segundos
sin plañideras ni circos
que lloren tras los despojos,
renacidos, hilarantes
inquietos por ser si eran
de lo que fueran instantes.
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