Escribir sobre los sentimientos nos obliga a emparejarlos con palabras, a escupirlos y saborearlos, (según el caso). Siempre es bueno, siempre, no pueden revertirse sin dejar escuela, son emociones que disgregan pulsos en el pecho.
Cuando se les abre el plexo a nuestro lado más misántropo, acometen sin aviso, son felinamente no domesticables y nos dan la vida para bien, aunque a veces nos lastimen, son crisálidas, un verbo germinando en equilibrio entre el seno y la garganta.
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