viernes, 3 de junio de 2011


Bajo los tendales de los sauces
se iban desmigando las crisálidas,
 y antes de llegar al suelo
se volatizaban con suspiros ágiles y presurosos.
Las cascarillas salpicaban lo que se presumía de musgo,
lo que se aventuraba de hirsuto,
ataviando de color disperso las mejillas verdes de aquel lecho,
un lecho con olor a libertino y a frazada,
a primavera renca y sin complejos
estimando ser mandala  de resuellos ávidos y floreados,
un lugar, donde mudar la desnudez bajo la piel de mariposa,
una convulsión de alas sol-nacientes lustrando el aura.

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