En el camino me encontré un guijarro,
exiguo, doliente y algo renco,
-¡No me llevo piedras al bolsillo si es por nada!
Y sin embargo aplaudo tu asimetría y aristas.
En la ciénaga calmosa un lustre de curiosidad,
y el nimio sedimento, aprovechando el asombro
se expandía en onda tras la mano,
abrí de par en par la cerrazón
y en el poso de mis lacrimales
se derramó la luna,
el epicentro se transformó en rostro
y en el reflejo celeste, un eclipse.
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