Dame calor de cenicero
con favila,
un café
con guiño sonrojado
y con terrones de extrarradio,
un camino vagabundo
para pies con singladura de alquitrán
y huellas de mucílago.
Hoy no hay rodillas
ni hay manos
incapaces
que me alcancen,
nos alcancen,
el firme dúctil y pegante
se ha vuelto telaraña
en el forillo sin focos,
una madeja
haciendo algazaras
de los hilos
y los vidrios de canilla.
Se bruñe la faena
se acharolan los zapatos,
se manchan los labios,
se pierden las letras,
las formas, las hormas,
se comen los roces,
se exaltan los gestos
y se llenan las lunas.
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