Vamos a sumergirnos en el centro,
en el tirabuzón de este espacio ambiguo,
nunca incierto,
¿Para que? Para complacernos de fruición
e inventarnos un solaz no anónimo,
un crepuscular amanecer
con vistas al anfiteatro de las sombras
que se asombran de nuestro discernimiento
íntimamente en el calostro de este seno,
y suplicando dientes para pervertir
una vicisitud de sacrificio
por no ladrar como los perros
y bogarnos como lábaros
figurando seres de mitología indefinida
que culebrean por avidez equitativa,
impetuosos a un lugar
que ya sabemos y precede.
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