Anduve y anduve por mis pies de nómada,
una travesía muda y sin paraguas
y no me llegaba y no me alcanzaba,
pero seguía y reseguía acaudalada
en el oasis presumido de las trazas
del metatarso y las falanges,
redimida mi sed confusa de entelequia
en la embocadura ciega y desangrada
proseguía mis pasos sordos sin talón de Aquiles,
¿Para qué tenerlo? Digo y digo…
¡Calla! Pérfida lengua de trigo,
locuaz cuajo de quimera,
me derribo,
porque el sentimiento me requiere,
y lo administro y me lo dicto como me parece,
sin maneras ni sentidos invertidos,
que se vayan los aullidos a otro espejo.
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