Cincuenta gramos de azúcar
veinticinco de harina y un huevo,
clara a parte a punto nieve,
y hornear a ciento ochenta,
media hora en el averno,
sin olvidos de las pertinentes catas,
bandeja al centro y presto,
es la dulce proporción de mi bizcocho,
me place mezclar las yemas y el azúcar,
acompasar el pulso de muñecas y espesura
nevar de harina la amalgama de melaza
avizorando el tamo, empuñando,
e inspiro el tacto con los ojos
y la mano se transpira en condimento,
se diluye en miscelánea con la masa
ejercitando sentidos
en una sola palabra sin modismos,
sin sonido,
una sordina de aroma a ralladura de limón,
una mandala ejecutada en un tapiz,
una terapia de silencios,
cae la nieve sobre mi espejismo.
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