Voy con la lengua cansada,
y el paladar encogido,
el cerebro se titubea en morse,
así que no me extiendo en demasía
porque apenas me adivino
en esta senectud precoz
que me libra al albedrío nácar.
Y yo viviendo
y yo muriendo
en una procesión profana
cual migaja de codillo,
inspiro
suspiro
inspiro
suspiro
y agito mis flecos roídos
mi paloma acoge un vuelo,
y es que…
tengo tanto y tanto tengo,
que me muero por tenerlo.
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ResponderEliminarMe he quedado estacionado
en un revés del ayer,
en aquel rostro que el tiempo destiñe.
Mis gestos se encargan
de su propia demolición,
el ceño muestra un dique vertical,
la boca dice su crujido reseco
y toda la pericia de mis pasos
se condensa en un traspiés.
He aquí el inventario:
el corazón barnizado de penumbra,
áridos el semblante y la razón.
anuar bolaños.