He amanecido amaneciendo,
silencioso, domingo, silente,
solo escucho los latidos, del reloj,
palpitan a escarpia abierta.
No cabecea, no transmite excitación,
nunca deja adivinar su rictus o desidia,
no se detiene, jamás, no muere,
está condenado a vagar con la prosodia del tiempo.
Así que hoy igual que ayer, sus células mecánicas
seguirán falleciendo, nutriéndose de experiencias
y prorrumpiendo en este suelo
que ahora sale de las sombras,
¡Impertérrito dispositivo!
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