El paisaje se me rinde relamido,
es el renacimiento, su pleamar culminación,
presumido y presto, presto y presumido
ante la fecunda presencia de mi vientre menta
que brota entre juncos y aguamaniles.
Florecen los logaritmos y los polinomios
y la desnudez de mis pies
se abriga entre la exhalación
del pulmón de las semillas,
se relevan los peldaños de renuevos,
es primavera y lo saben,
me conducen a la corona atalaya,
la tribuna de las aves ingrávidas.
El córtex del orbe se torna tempestad,
cíclope del ciclón cuidado por volátiles marionetas
que desconocen el coeficiente de sus hipérboles,
inmigran, transmigran, espontáneas, instintivas,
no saben hasta donde alcanzan,
espectáculo convexo que se apuñala en mi pecho,
el ímpetu de artificios, el que se posa en mis ojos.
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