Me caigo y me levanto
con la misma facilidad que caigo,
con las rodillas marchitas,
y las fresas en los labios,
sigo besando las losas.
Me encamino en lejanía
lenta y entumecida,
no me quejo, solo expongo,
no pretendo ni quiero ser caridad,
mártir de nadie.
Solo soy la renca
que vislumbra un más allá
de sus traspiés diarios.
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